Museo del Instituto San Isidro

En la calle de Toledo número 39, formando cuerpo arquitectónico con la Colegiata de San Isidro, que recordemos fue la catedral provisional de Madrid hasta 1993 en que abrió sus puertas la Almudena, encontramos el instituto de educación que lleva su mismo nombre y que está considerado como el más antiguo de los existentes en España. Dicho Instituto San Isidro tiene un museo en el que se nos muestra parte de su interesante historia y que desde luego animo desde aquí a visitar, especialmente ahora que ha ampliado los días de apertura e incluido entre ellos la mañana de los sábados, lo que sin duda facilitará a muchos madrileños la posibilidad de visita. Aprovecho para felicitar y agradecer desde aquí a los chicos y chicas de bachillerato de esta institución que colaborar como guías en el recorrido habilitado para la visita su voluntariosa labor. ¡Muchas gracias por vuestro tiempo!

El Instituto San Isidro es heredero de los Estudios de la Villa fundados en 1346 por el rey Alfonso XI y, posteriormente y de forma más especial, del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús. Los jesuitas, que recordemos tuvieron un papel muy relevante en el marco de la Contrarreforma y que habían empezado a adquirir gran poder a partir de la segunda mitad del siglo XV, decidieron crear en Madrid una institución educativa. Emplazaron su construcción sobre un terreno de la calle Toledo que les había sido cedido a la Compañía por doña Leonor Mascareñas, dama de la emperatriz Isabel y de doña María de Portugal. En 1564 se construyó pues un primer edificio que empezó a funcionar en 1572 por orden de Francisco de Borja, ofreciendo en él estudios de gramática, retórica y teología. El auge y prestigio de esta nueva institución madrileña forzó la entrada en crisis de los anteriormente mencionados Estudios de la Villa que pasarían a desaparecer totalmente en 1619.

Los jesuitas, que van a ir adquiriendo una relevante posición en la Europa católica, encontrarán en nuestro país gran apoyo en el entorno de la Corte, especialmente al contar con el importante respaldo de la Emperatriz María de Austria, hija mayor de Carlos V y que tras enviudar de su esposo el emperador Maxilimiano II en 1581, regresó a Madrid para ingresar en el monasterio de las Descalzas Reales. Su respaldo fue tal que cuando falleció en 1603 dejo buena parte de su fortuna a la Compañía, con el objetivo de que el colegio fuera ampliado con terrenos colindantes y reconstruido de nueva planta, deseo que se llevaría a cabo, refundándose la institución con el nombre de Colegio Imperial y reconociendo a María de Austria como patrona, dotadora y fundadora del mismo. El nuevo edificio que se construye y que es el que actualmente vemos integrando colegio y Colegiata (originariamente esta era la iglesia del colegio) se erigió siguiendo los cánones arquitectónicos del barroco herreriano (los arquitectos fueron los jesuitas Pedro Sánchez y Francisco Bautista)  y se convirtió en uno de los edificios emblemáticos de Madrid. Su significación también se verá incrementada a partir de este momento desde el punto de vista académico, especialmente cuando a partir de 1627 se fundan en el seno del Colegio Imperial los Reales Estudios, que van a venir a concentrar enseñanzas que se encontraban hasta ese momento dispersas en la villa de Madrid, como matemáticas, teología, filosofía, geografía y ciencias.

En 1725 Felipe V inauguró en los Reales Estudios el Real Seminario de Nobles, con las mismas funciones pero reducido en cuanto al número de quienes van a tener acceso al mismo, siendo esta la primera institución de enseñanza conocida en la que se impartían clases desde los rudimentos del alfabeto hasta la enseñanza superior en lenguas clásicas, filosofía o teología.

Con la expulsión de los jesuitas en 1767 los Reales Estudios cerraron, pero Carlos III, manteniendo el espíritu de la Ilustración de la época, los reabrió tres años más tarde, aunque sustituyendo ya a los antiguos gestores y docentes jesuitas por personal laico e incrementando significativamente el papel de la biblioteca del Centro, así como el estudio de la Historia Antigüa (griega, egipcia y romana) y de las asignaturas de Matemáticas, Retórica, Poética, Griego, Árabe y Hebreo. Es también durante el reinado del Carlos III cuando a los Reales Estudios se le añadiría el apelativo de "San Isidro" (concretamente, la primera mención aparece en 1788). Dicho añadido realmente no es oficial sino que, popularmente, se le empieza a denominar así debido a que Carlos III, en su intento de borrar toda referencia a los jesuitas, traslada los restos de San Isidro, que estaban en la Parroquia de San Andrés, a la antigua iglesia del Colegio Imperial que, a partir de ahora, se llamará Real Colegiata de San Isidro.

Entre 1816 y 1834 (con el paréntesis del Trienio Liberal), los Reales estudios de San Isidro volverían a ser gestionados nuevamente por jesuitas, para convertirse en institución definitivamente laica en 1836 durante la minoría de edad de Isabel II y tras ser expulsados definitivamente los jesuitas (en 1834 el colegio fue escenario de una de las matanzas de jesuitas que en aquel tiempo se produjo al acusarse a los monjes de la Compañía de haber envenenado las aguas y propagado la epidemia de cólera que asolaba media España).

La normalización de la situación de la institución vendrá en 1845, con la creación del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro. A partir de ese momento y gracias a la conformación de un buen claustro de profesores y a los esfuerzos por difundir las nuevas ideas y conocimientos que surgían a finales del siglo XIX, el Instituto vuelve a ser reconocido y valorado por el pueblo de Madrid.

Durante su larga y fructífera andadura esta institución educativa ha formado a numerosos personajes ilustres. En su primera época fue testigo de la presencia en sus aulas de Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo y Lope de Vega quien escribió los poemas del acto inaugural del instituto. En época más reciente por sus aulas han pasado jefes de gobierno como José Canalejas, Alcalá Zamora, Eduardo Dato, Francisco Silvela, Raimundo Fernández Villaverde o Nicolás Salmerón, premios Nóbel como Jacinto Benavente, José de Echegaray, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela y gran parte de los intelectualidad española como Mariano Larra, Francisco Ayala, Juan de la Cierva, Julián Besteiro o artistas como Eduardo Rosales, Miguel Mihura, Jose Luis Lopez Vazquez, Emilio Gutiérrez Cava, y un largo etcétera. El rey Juan Carlos también pasó por este Instituto.

Cuando en nuestra visita al museo del Colegio San Isidro traspasamos la puerta principal, fachada por grandes escudos, tras el área de recepción lo primero que sin duda llamará nuestra atención es el magnífico claustro construido en granito. Se trata de un patio cuadrado, con veinte arcos en la parte inferior coronados por el águila bicéfala de los Habsburgo y veinte grandes balcones en la parte superior. En el deambulatorio cubierto por bóvedas de aristas, se abren distintas puertas que dan acceso a la biblioteca, a la escalera imperial y a otras dependencias. En el centro del patio, un sencillo pozo.

El museo está organizado a lo largo de la amplia y bonita escalera imperial de estilo barroco. En la planta baja encontramos varios expositores con explicación de los orígenes del colegio imperial y su plan de estudios, interesantes libros antiguos relacionados con el instituto, así como expedientes de antiguos alumnos célebres. También encontramos que se ha recreado un aula antigua, con pupitres de la época. En nuestro ascenso por las escaleras encontramos junto a los muros, mapas, fotos y diversidad de objetos pertenecientes a los gabinetes de física e historia del Instituto, siendo especialmente llamativa la colección de animales disecados, así como las diversas reproducciones para estudio creadas con papel maché.

¡Sin duda una exposición curiosa e interesante!

La entrada a este museo es gratuita (se puede colaborar al mantenimiento mediante donativo voluntario).