Palacete de los Vargas (Casa de Campo)

Al referirme a la Casa de Campo en una anterior entrada de este blog ya comenté que el origen de este parque se remonta al siglo XVI, cuando el rey Felipe II compra y une diversas fincas colindantes, que se extienden desde las mismas márgenes del río Manzanares hasta los montes del Pardo, con el propósito de crear una amplia zona privada de caza, actividad a la que era muy aficionado.

Pese a que el Alcázar madrileño está cerca de estos nuevos terrenos adquiridos, Felipe II va a elegir como residencia para sus escapadas cinegéticas y lugar temporal de descanso del ajetreo de la corte, un palacete adquirido a los Vargas, influyente y potentada familia poseedora también en Madrid, por ejemplo, del palacio de la Plaza de la Paja (para Iván de Vargas trabajó Isidro, el labrador que se convertiría en santo y patrón de Madrid). Este palacete es el que podemos ver justo a la entrada de la Casa de Campo cuando accedemos por su puerta principal o Puerta del Rey, así llamada precisamente porque durante muchos años este acceso al parque estuvo reservado exclusivamente a la comitiva real (de esta puerta solo quedan hoy los pilares que sustentaban las rejas, pues tras las obras para la creación de Madrid Río se decidió, incomprensiblemente, eliminar la puerta como tal y dejar sólo esas columnas alegóricas).


Para el visitante desconocedor de la historia seguramente este Palacete de los Vargas, nombre con el que es conocido, no despertará demasiado interés, pues el edificio, sin uso y cerrado desde hace años, muestra una fachada bastante anodina, a lo que se suman unos aledaños que no gozan a menudo del cuidado y presencia deseable, pues, sin ir más lejos, diversas casetas de obra permanecen a la entrada de los Reservados Grande y Chico desde tiempos que se pierden ya en la memoria. ¡Que distinto sería si se devolviese al lugar algo del esplendor que antaño tuvo!

 Cuando Felipe II adquiere en 1562 el palacete encarga al arquitecto Juan Bautista de Toledo algunas reformas para embellecerlo y adecuarlo al gusto renacentista imperante. Se incorpora por ejemplo al edificio de tres cuerpos la galería de arcos que se aprecia en algunas ilustraciones de la época (hoy solo nos queda constancia física de estos a través de pequeñas muestras visibles en la fachada posterior del edificio) y, sobre todo, se encarga la creación de un bonito jardín en torno a la casa, el denominado "Reservado Chico", que posteriormente Felipe III ampliará y enriquecerá ornamentalmente (allí se puso originalmente, por ejemplo, la estatua ecuestre de dicho rey que hoy vemos en el centro de la Plaza Mayor, a donde se trasladó en el siglo XIX). Junto al anterior recinto se crea otro reservado, el "Grande", más propio para el paseo en carruaje, que se verá especialmente enriquecido en el reinado de Carlos III, cuando se reestructura el espacio formando avenidas arbóreas de ejemplares de gran porte (en el interior de este Reservado encontramos alguno de los árboles singulares de la Casa de Campo). También es en tiempos de Carlos III cuando se levanta en el Reservado Grande la llamada "Faisanera", recinto destinado a la cría de estas aves (el rey incorporó a la función exclusivamente lúdica que hasta entonces había tenido el parque la productiva de explotaciones agrícolas, ganaderas y avícolas, con el fin de generar recursos que permitiesen el mantenimiento autosuficiente del parque). Hoy esta casa, muy reformada, se utiliza como dependencia municipal para servicios forestales.

Del primitivo jardín renacentista del Reservado Chico poco se conserva, pues desaparecieron de allí parterres y ornamentación, siendo ocupando el espacio hoy mayoritariamente por un vivero municipal. Lo que sí se mantiene es una curiosa galería de grutas artificiales cuya existencia es seguramente desconocida para la gran mayoría de madrileños, pues desde hace años permanece oculta a la vista general tras una valla (se construyó en su día una cubierta que protege la instalación, pero la falta de presupuesto viene impidiendo que se acometa realmente la verdadera restauración patrimonial).

Las galerías de grutas tenían una finalidad lúdica y fueron un tipo de construcción típico durante el renacimiento en zonas de esparcimiento asociada a jardines cortesanos. Estas de la Casa de Campo están construidas de ladrillo, con planta rectangular de unos 30 metros de longitud por más de 7 de anchura, dividiéndose el espacio en cinco estancias abovedadas a modo de cuevas, que están comunicadas entre sí y con la parte occidental del Reservado Chico. Por dentro, estas cuevas estaban adornadas con conchas y otros elementos que recreaban la naturaleza, encontrándose además ornamentadas con esculturas, fuentes y surtidores que proporcionaban un sugerente y especial ambiente a los paseantes. Cada una de las Grutas recibía un nombre distinto, como la "Sala del Mosaico", rica en policromía, la "Sala de Burlas", donde se ocultaban juegos de agua que mojaban divertidamente a los visitantes, o la "Gruta de Neptuno", en la que había una fuente y se representaba a dicho dios romano acompañado de Venus y Diana.




 En el siglo XVIII sobre las Grutas se construyeron viviendas para los jardineros y guardianes del Palacete, viviendas que años después serían mandadas derribar por José Bonaparte cuando, reinando en España, utilizó frecuentemente dicho Palacete como residencia (dicen que se encontraba allí con sus amantes y que allí también iba a buscar una paz y una seguridad que a menudo no percibía en un Madrid que nunca llegó a quererle como rey). Durante largo tiempo la galería de grutas sufrió abandono y una parte de ellas quedó destruida definitivamente (a finales del siglo XIX se construyó sobre esa parte la torreta de guardia de estilo neomedievalista que actualmente permanece).


Confiemos en que Ayuntamiento y Conservación del Patrimonio no se olviden de este palacete y de sus reservados y algún día podamos verlos recuperados. ¿Por qué no rehabilitar el conjunto como museo histórico de la Casa de Campo? ¡Seguro que a mucha gente, madrileños y visitantes, les resultaría una propuesta atractiva!
 

Las Roza: Dehesa de Navalcarbón

La Dehesa de Navalcarbón es sin duda ampliamente conocida por los vecinos de Las Rozas, pues situada a unos 2 kilómetros al noroeste de dicha población es lugar elegido por muchos de sus vecinos para el esparcimiento y práctica deportiva al aire libre. No obstante, seguro que muchos madrileños desconocen este espacio natural y es por ello que recomiendo aquí su visita, pues junto a un agradable paseo entre pinos y encinas tendremos además la oportunidad de contemplar numerosos restos de la Guerra Civil, visualizando de paso que por allí estuvo proyectado el paso del Canal del Guadarrama, aquel malogrado proyecto del siglo XVIII con el que se pretendió dar al centro de España una salida al mar.

Esta dehesa, conocida ya en el siglo XVIII como Dehesa Vieja, parece ser que pasó a ser conocida como de Navalcarbón en referencia a la existencia allí de carboneras para la producción de carbón vegetal. Las numerosas encinas existentes en la zona fueron sin duda las principales víctimas de las talas requeridas y las repoblaciones que a lo largo del tiempo se fueron haciendo en la zona optaron predominantemente por implantar el pino piñonero, convirtiendo a este actualmente en el ejemplar predominante.

Es una pena que la presión urbanística de los últimos años y su proximidad a dos importantes vías de circulación automovilística como son la Carretera de la Coruña y la M-50, hayan dejado a este espacio natural encorsetado y algo desvirtuado, principalmente en su parte más próxima al polideportivo existente en uno de sus márgenes, pues allí la dehesa es más puramente un parque, con área de juego infantil y merendero (el primer domingo de mayo se celebra en este lugar la romería de la Virgen del Retamar, cuya ermita está allí mismo). Valoremos no obstante lo que actualmente se mantiene y pidamos que se proteja y mejore la conservación del espacio natural, pues recordemos que por ejemplo no hace mucho, en agosto de 2013, sufrió un incendio que, por suerte, no tuvo graves consecuencias.

Pero la Dehesa de Navalcarbón es también como dije un visible testimonio histórico. En el lugar se mantienen aún numerosos vestigios de la pasada Guerra Civil, como búnkeres, trazados de atrincheramiento y diversos restos de otras edificaciones militares, todos ellos construidos en 1938 como parte de la llamada “Línea de Detención” del Ejército Popular de la República y cuya defensa correspondió en este subsector a la 111 ª Brigada Mixta, adscrita a la 8ª División (la misión que tenía esta línea, situada a retaguardia del frente de batalla, era la contención del enemigo en caso de que pudiese traspasar la primera línea).

Argumentaré por último, como motivación para planificar una visita a la Dehesa de Navalcarbón, su relación con el proyectado en el siglo XVIII Canal del Guadarrama. El proyecto, ideado por el ingeniero D. Carlos Lemaur en 1781, pretendía dar a Madrid, sede de la corte, una salida fluvial al mar, recurriendo para ello a la interconexión navegable de diversos ríos, desde el Guadarrama al Guadalquivir. El proyecto era faraónico, pues exigía la construcción de canales de interconexión entre ríos y el uso de presas y exclusas que salvarán limitaciones de caudal y desniveles del terreno. Algunas obras empezaron a acometerse, quedando hoy constancia de ello en diversos restos de los trabajos realizados en lugares como el Gasco, el Parque Lineal del Manzanares o aquí, en la Dehesa. El proyecto finalmente se abandonaría por excesivamente problemático y costoso, contribuyendo a la decisión el que en marzo de 1799, tras una fuerte tormenta, un deslizamiento del terreno arruinase la avanzada presa del Gasco, que era la que estaba previsto garantizase el caudal necesario al río Guadarrama (restos de la presa pueden hoy verse junto a la urbanización Molino de la Hoz, en el término de Torrelodones). Hay que señalar que los restos existentes del Canal de Guadarrama en la Dehesa de Navalcarbón  son hoy más testimoniales que arqueológicamente contrastables, pues lo que se ha hecho es construir sobre el foso inicial un canal artificial que alude simbólicamente a aquel proyecto.

Para acceder a la Dehesa de Navalcarbón lo mejor es ir en coche: Desde la M-50, dirección Ctra. de la Coruña, tomar poco antes de llegar a esta la salida hacia Zona Comercial de las Rozas y, en la primera rotonda, girar para coger la Travesía de Navalcarbón. En seguida veremos, a la derecha, un amplio parking de acceso libre donde dejar el coche. La Dehesa está al otro lado de la calle.

Exposición: Mingote Cervantino

Hasta el 14 de diciembre es posible ver en la Sociedad Cervantina (c/ Atocha, 87) una exposición, homenaje a la figura de Antonio Mingote, en la que se muestran más de sesenta ilustraciones originales de las que este genial dibujante hizo en torno a los episodios más relevantes de otra genial figura: La de Don Quijote de la Mancha.

La Sociedad Cervantina, institución sin ánimo de lucro destinada a la difusión de la vida y obra de Miguel de Cervantes, está instalada en el edificio que ocupó la imprenta de Juan de la Cuesta, donde se imprimió la primera edición del Quijote en 1605 (se indica con una placa en la fachada del edificio). Esta Sociedad está abierta al público y, previa solicitud, el visitante puede ver, entre otras cosas, la máquina en la que se imprimió la obra de Cervantes.

Lotería de Navidad

 El sorteo de Navidad es sin duda el más popular de todos los sorteos de lotería, pues a la búsqueda individual de la suerte aúna la tradición, arraigada en España a lo largo de los años, de compartir en esas fechas de exaltación de sentimientos entrañables la posibilidad de disfrutar de un premio económico con las personas más cercanas, sean familiares, amigos, compañeros o vecinos.

Una vez más, en estas fechas previas al sorteo navideño, las colas ante las administraciones más populares o céntricas se hacen visibles y, de entre todas ellas, también como cada año, destaca la que se forma en la administración de Doña Manolita. Una cola de gente, tan numerosa, que precisa de vigilantes del orden y de un trazado cambiante de su recorrido para minimizar en lo posible molestias a los comercios colindantes.

Doña Manolita de Pablo, que falleció en 1951, creo su primera administración de lotería en 1904 en la calle de San Bernardo y, en 1931, ya reconocida por Madrid como la más famosa de sus loteras, se trasladaría a un nuevo local en Gran Vía 31 (allí permanece la placa concedida en su día como identificativa de uno de los Comercios Centenarios). En la Gran Vía permanecería el local de loterías hasta 2011, ya asumida desde años antes la gestión por descendientes de la hermana de Manolita, pues ella no tuvo descendencia. Ese año se traslado nuevamente la ubicación de la administración al que hoy es su actual sitio en la calle del Carmen número 22.

El marchamo de "décimos de Doña Manolita" tiene tal atracción entre los buscadores de suerte que más allá de la venta en la propia administración encontraremos, fundamentalmente en la Puerta del Sol y aledaños, numerosas vendedoras callejeras que nos ofrecerán, por un suplemento de unos 2 euros, sus décimos garantizados de Doña Manolita sin tener que esperar colas. ¡Hay a quienes sin duda les compensa!

El origen del Sorteo de Navidad se remonta a la época de las Cortes de Cádiz, celebrándose el primer sorteo el 18 de diciembre de 1812 (la Lotería Nacional en España, cuyo precedente debe buscarse en la existente desde 1771 en Nueva España, actual Méjico, surgió oficialmente el 4 de marzo de dicho año con un sorteo en Cádiz que al principio estuvo circunscrito sólo a dicha localidad y a la limítrofe de San Fernando). El Sorteo recibió el nombre de ‘Lotería Moderna’, para diferenciarla de la ‘Lotería Primitiva’ iniciada por el Marqués de Esquilache en 1763. El nombre de ‘Sorteo de Navidad’ no llegó hasta el 23 de diciembre de 1892 y cinco años después esta denominación ya aparecía impresa en los boletos.

Pero hablar de la Lotería de Navidad quedaría incompleto sin mencionar a los famosos "niños de San Ildefonso", esos que desde 1771 vienen sacando y cantando los números premiados. No se sabe con certeza el por qué son los alumnos de este colegio (uno de los más antiguos de Madrid, pues fue fundado en el último tercio del siglo XV, cuando reinaban los Reyes Católicos) los elegidos para cantar los números. Una de las principales teorías, barajada por los propios responsables del centro, es que se aprovechó la circunstancia de que eran estos niños, conocidos como "doctrinos", quienes cantaban originalmente por las plazas de Madrid la doctrina cristiana. Así, cuando tuvo lugar el primer sorteo, los responsables de la lotería decidieron seguramente que fueran estos niños los que cantaran y recibiendo a cambio una limosna.

Este año 2013 hasta el árbol navideño instalado en la Puerta del Sol nos recuerda la estrecha relación de estas fiestas con el sorteo de la lotería, pues patrocinado por la Administración Nacional de Sorteos, presenta adornos de bombos a lo largo de su superficie.


Mucha suerte si tienes previsto jugar y, en cualquier caso, lo hagas o no, te toque o no, digamos aquello de ... ¡al menos que tengamos salud!


El Frontón Beti Jai

Paseando por la calle Marqués de Riscal uno se encuentra, a la altura del número 7, la fachada de un edificio de aspecto deteriorado, fruto sin duda de una prolongada falta de mantenimiento, pero que nos sugiere por su porte que debió conocer tiempos de cierto esplendor. Efectivamente fue así, pues estamos ante el considerado en su momento (se inauguró en 1894) como uno de los más elegantes recintos deportivos de España: El Frontón Beti Jai

El juego de pelota vasca puede parecernos hoy un deporte minoritario, pero a finales del siglo XIX llegó a ser el espectáculo deportivo por excelencia en nuestra ciudad (la pasión por el futbol no aparecería hasta muchos años después y sólo las carreras de caballos en el Hipódromo de la Castellana, o las de ciclistas en el Velódromo de Chamartín, eran entonces alternativas de distracción deportiva).


La afición por los juegos de pelota había llegado a Madrid de la mano de la realeza, que habiéndolos descubierto durante sus veraneos en San Sebastián decidió fomentarlos aquí para su disfrute durante todo el año, siendo pronto bien acogido también por el pueblo madrileño (al espectáculo en sí se sumaba el atractivo de las apuestas en torno al juego). Así, en 1891 se inaugurará en la calle Alfonso XII el primero de los frontones de Madrid, el "Jai Alai". Al año siguiente lo hará, en la calle Marqués de Urquijo, el "Fiesta Alegre" (el nombre es la castellanización de la palabra vasca Jai Alai), frontón que fue por lo visto el de mayores dimensiones de los que se abrieron en aquella decada, tanto por el tamaño de su cancha (70 metros de largo) como por la capacidad de su graderio (permitía hasta 5500 espectadores). Otros muchos frontones les siguieron rapidamente, como "Madrileño", "Retiro", "Buenos Aires", "Euskal Jai", "San Francisco el Grande", "Beti Jai", o "Central". Este furor de los frontones decaerá significativamente con la entrada del siglo XX, aunque experimentaría un temporal repunte durante los años veinte y treinta, en los que Madrid ve surgir algunos nuevos locales, como el "Recoletos", el "Nuevo Jai Alai" o el "Madrid", que como curiosidad diremos respecto a este último que era el único que ofrecía partidos de mujeres pelotaris (la modalidad de juego femenina era el frontenis). Todos ellos, menos el Beti Jai, han desaparecido hoy en dia, pues fueron demolidos o profundamente transformados (por ejemplo, el Central, en la Plaza del Carmen, se reconvirtió en cine y el Frontón Madrid, en la calle Doctor Cortezo 10, es ahora un moderno hotel).

Como persona interesada en el patrimonio cultural y natural de Madrid comparto la preocupación por preservar el que ya es nuestro único testimonio visible de los antiguos frontones históricos de la ciudad. Es por ello que apoyo desde aquí el esfuerzo que a tal propósito se lleva acometiendo desde la asociación "Salvemos el Frontón Beti Jai" (te animo a colaborar con la campaña de recogida de firmas que actualmente tienen abierta).


El Beti Jai fue construido por el arquitecto Joaquín Rucoba, autor por ejemplo también del Teatro Arriaga de Bilbao y de la plaza de toros de Málaga. Dispone de un patio cancha de 67 metros de largo por 20 de ancho, que se encuentra rodeado en dos de sus lados por un elegante graderío elíptico con capacidad para cerca de 4000 personas, el cual se cierra arquitectonicamente en su lado oeste por un muro curvo de ladrillo de estilo neomudéjar.
 

Actualmente el Frontón Beti Jai está declarado "Monumento del Patrimonio Histórico de España" y "Bien de Interés Cultural", por lo que consuela que, al menos, cuenta con protección, pero es evidente que el largo abandono al que sigue sometido amenaza su supervivencia, siendo urgente acometen inversiones de rehabilitación y darle una usabilidad que haga viable su mantenimiento futuro, como instalación deportiva exclusivamente o compartiendo actividad multifuncional con otras iniciativas culturales.

En defensa de nuestro Patrimonio

El 16 de noviembre se celebra el Día Internacional del Patrimonio Mundial, una fecha conmemorativa instaurada por la Unesco en el año 2012 coincidiendo con el que fue el 40 aniversario de la Convención de París de 1972 en la que se sentaron las bases para la protección del patrimonio cultural y natural. Hay 962 bienes declarados Patrimonio Mundial, que están repartidos en 157 países, siendo España con 44 de ellos el segundo país, tras Italia que tiene 49, con más bienes reconocidos mundialmente. Nuestra Comunidad de Madrid cuenta en esta lista con tres representantes: El Monasterio de San Lorenzo del Escorial, La Universidad y el barrio histórico de Alcalá de Henares y, el paisaje cultural de Aranjuez (conjunto de jardines, huertas, regadíos, palacio y casco histórico).

Pero no sólo estos bienes reconocidos a fecha como Patrimonio Mundial son merecedores de protección. Cada comunidad y municipio tienen sin duda un patrimonio digno de conservación. Resulta doloroso ver como, con demasiada frecuencia, se destruyen paisajes, se derriban edificios significativos o se deterioran incívicamente monumentos y espacios llenos de historia y valor cultural o ecológico. Desidia, especulación, incultura y falta de sensibilidad son sin duda argumentos que explican el que estos hechos ocurran, por lo que es importante seguir desarrollando normas de protección y poner en marcha nuevas y eficaces acciones de toma de conciencia social sobre la defensa patrimonial, pues las perdidas suelen ser generalmente irrecuperables.

Es por ello que en el marco de los objetivos perseguidos con la declaración del Día Internacional del Patrimonio, deseo dar aquí visibilidad a las jornadas de difusión, reflexión y debate en defensa del patrimonio histórico, artístico, cultural, social y natural de la Comunidad de Madrid que durante los días 13, 14 y 16 de noviembre organiza la plataforma asociativa Madrid Ciudadanía y Patrimonio bajo el título global "El Patrimonio madrileño en alerta roja". Dichas Jornadas, cuyo acto inaugural tendrá lugar en el Ateneo de Madrid, incluyen además de debates, un recorrido guiado por la Casa de Campo y otro por la zona centro de la ciudad, en los que se focalizará la atención sobre diversos bienes patrimoniales en peligro. Adjunto seguidamente el programa de las mismas por si te animas a participar.

Programa: "El Patrimonio madrileño en alerta roja"

Si tienes curiosidad por conocer cuales son los elementos patrimoniales españoles identificados especialmente como en estado de peligro, te recomiendo también la consulta de la "Lista Roja del Patrimonio", creada en 2006 por la asociación Hispania Nostra y que regularmente revisan y actualizan.
 

Mercado de la Cebada


El Mercado de la Cebada ha rejuvenecido recientemente su aspecto exterior cubriendo de vivos y llamativos colores sus cúpulas y fachadas, en una acción no exenta de ciertos matices publicitarios y reivindicativos. Está actuación, que es considerada como el mayor mural de arte urbano de España con sus casi 6000 metros cuadrados de superficie trabajada, ha sido llevada a cabo por el colectivo BoaMistura, un grupo formado por cinco jóvenes madrileños consolidados en el entorno de este tipo de arte y con obras representativas tanto dentro como fuera de nuestro país.

Indicar que el actual Mercado de la Cebada data de 1958, siendo el sustituto de otro anterior exístente en ese mismo lugar y que se había inaugurado en 1875, el cual había sido derribado dos años antes con esa total falta de respeto por la conservación del patrimonio tan frecuente en nuestro pais. ¡Una verdadera pena!, pues era de esa bonita estructura de hierro de la que ya, salvo en fotos de recuerdo, únicamente nos queda en Madrid el Mercado de San Miguel. Anexo al mercado actual se construyó en 1968 una piscina municipal cubierta y varias instalaciones deportivas que ofrecieron sin duda un buen servicio a los vecinos del barrio hasta que el Ayuntamiento decidió derribar dichas instalaciones deportivas en 2009. Desde entonces han sido varios los proyectos urbanísticos diseñados para revitalizar toda la manzana, pero la realidad es que ninguno de ellos a visto la luz y, a fecha de hoy, el solar sigue siendo un solar (está siendo temporalmente utilizado por la agrupación vecinal de Distrito Centro para desarrollar en él actividades culturales y encuentros sociales, en lo que han denominado "Campo de la Cebada") y la actividad comercial del mercado precisa claramente de un impulso, pues está lejos de vivir sus mejores momentos.

Curioseando en la historia, vemos que el Mercado de la Cebada toma su nombre de la plaza en la que se ubica, que a su vez lo tiene porque antaño en aquel lugar era donde se separaba mediante criba la cebada destinada al forraje de los caballos del rey de la destinada a aprovisionar a los regimientos de caballería. Hay constancia de que ya desde el siglo XVI el lugar era empleado como mercado al aire libre de verduras, cereales, legumbres y tocino, consolidandose con el paso de los años su papel de referencia entre las grandes plazas madrileñas: En el siglo XVIII era allí donde se instalaban las ferias de Madrid y a comienzos del XIX adquirió el lúgubre prestigio de ser el lugar designado para las ejecuciones capitales (allí por ejemplo pereció Rafael del Riego en 1823, el famoso militar y político liberal defensor a ultranza de la Constitución de 1808 ante el gobierno absolutista de Fernando VII y en cuyo honor se dio su nombre a esta plaza durante los años de la República, además de reconocerse también para la posteridad por ser el "Himno de Riego" el himno oficial republicano).

El Mercado de la Cebada se ha vestido de colores para llamar la atención y creo que su propósito se ha conseguido. Ahora falta que se acometa por fin un verdadero proyecto revitalizador que integre intereses de comerciantes y vecinos
 

Real Monasterio de la Encarnación



El Monasterio de la Encarnación es conocido seguramente por muchos madrileños no tanto por la gran riqueza de los tesoros artísticos que contiene, sino por poseer la famosa reliquia con la sangre de San Pantaleón, esa que cada 27 de julio, festividad del santo, milagrosamente se licua, atrayendo ex profeso con ese extraño pero simple acontecimiento a numerosos fieles y curiosos (en Nápoles ocurre un fenómeno similar con la sangre de San Genaro, que licua el primer domingo de mayo y el 19 de septiembre). Pero no es del detalle de la reliquia de lo que quiero hablar en esta ocasión, sino del Monasterio en su conjunto y de lo que podemos ver en una de sus visitas guiadas, muy interesantes pero siempre algo aceleradas para el que gusta de la relajada contemplación artística.

Este monasterio fue fundado en el siglo XVII a iniciativa de los reyes Felipe III y su esposa Margarita de Austria. La reina había conocido durante la estancia vallisoletana de la corte española a la madre Mariana de San José, impulsora de la congregación religiosa de monjas contemplativas agustinas recoletas y decidió asignar el Monasterio a dicha orden, siendo nombrada Mariana priora del mismo (su sepulcro se venera en el monasterio).
Dos fueron los arquitectos que intervinieron en la construcción de este Monasterio, Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios (algunas dependencias y en especial la iglesia fueron años despues remodeladas por Ventura Rodriguez, por lo que también le incluiremos entre los arquitectos artifices del edificio cuya primera piedra se puso en 1611 y se inauguró en 1616). El Monasterio es de estilo barroco pero de gran sobriedad y con muy claras influencias herrerianas, propias de la arquitectura española de la primera mitad del siglo XVII. Como curiosidad, indicar que el Monasterio formaba parte del complejo del Alcazar, estando incluso originariamente unido a este a través de un pasadizo que fue eliminado años después, ya en tiempo de los Borbones, pues habiendo quedado inservible tras el famoso incendio que destruyo el recinto regio en 1734, José Bonaparte decidió suprimirlo aprovechando la remodelación que durante su gobierno se hizo de la plaza de Oriente.

Este edificio gozó desde su fundación y a lo largo de toda su historia de los favores reales y del apoyo de los nobles cortesanos, recibiendo tanto con la Casa de Austria como después con los Borbones, numerosos donativos en forma de obras de arte que, por suerte, han perdurado allí hasta hoy, convirtiendo a este monasterio, al igual que ocurre con el de las Descalzas Reales, en auténticos e impresionantes museos.

El Real Monasterio de la Encarnación conserva importantes conjuntos pictóricos y escultóricos de los siglos XVII y XVIII, con obras de artistas de la talla de Lucas Jordán, Juan Van der Hammen, Vicente Carducho, Francisco Bayeu, Pedro de Mena o Gregorio Fernández. Las estancias son por lo general de decoración modestas, pero hay también algunas de cierta majestuosidad, como la preciosa sala de los Relicarios (contiene cerca de 700 piezas) y, por supuesto, la nave de la iglesia.

Actualmente el Monasterio cuenta con 9 monjas de clausura (creo llegó a haber 33 en sus buenos tiempos) que siguen utilizando en su actividad diaria algunas de las salas que recorremos en nuestra visita, aunque lógicamente lo hacen fuera del horario turístico habilitado.


Real Monasterio de la Encarnación
 

   Dirección: Plaza de la Encarnación, 1
   Horario: De 10 a 14 y de 16 a 18:30 h martes a sábado. Domingos de 10 a 15 h.
   Precio: 7 € tarifa básica (10 € si se combina, en 48 h, con Monasterio de las Descalzas)
   Estaciones de Metro más cercana: Opera