Ermita de San Antonio de la Florida

La Ermita de San Antonio de la Florida es Monumento Nacional desde 1905 y está tan íntimamente asociada a Goya que desde 1919 en ella reposan sus restos mortales, traídos desde Burdeos, donde falleció en 1828 tras haberse exiliado allí voluntariamente (como curiosidad indicar que el pintor está enterrado con su suegro, ya que originalmente así se encontraban enterrados y que al pintor le falta la cabeza, probablemente robada en el siglo pasado para estudios frenológicos).
Es importante para el visitante aclarar antes que nada que de las dos ermitas exactamente iguales que encontramos en la Glorieta de San Antonio de la Florida, la que nos interesa, -la original del siglo XVIII-, es la situada a la derecha según las miramos de frente desde el monumento a Goya. La de la izquierda es una réplica moderna construida en 1928 para trasladar a ella el culto y preservar así la original como museo.

La Ermita de San Antonio fue construida entre 1792 y 1799 por encargo de Carlos IV y según diseño del italiano Felipe Fontana. La decoración pictórica de la iglesia se encargó a Francisco de Goya y Lucientes (pintor del Rey y el artista de moda en la sociedad madrileña), quien contaba en ese momento con 52 años y se encontraba en su plenitud creadora (estaba todavía recuperándose de la enfermedad sufrida en 1792 que lo había dejado completamente sordo).
Los frescos que Goya pintó en la Ermita constituyen un conjunto muy original. En el ábside se representa la Adoración de la Trinidad. En la cúpula, alrededor de una barandilla fingida y con un fondo de paisaje una multitud de personajes del pueblo asisten al Milagro de San Antonio. Por encima de la cornisa querubines y “ángelas” de gran belleza descorren cortinajes.

El audiovisial que de forma contínua se muestra en la sala adjunta a la iglesia está realizado de forma didáctica, por lo que su visionado resulta instructivo.

La devoción a San Antonio de Padua, en esta Ermita a orillas del Manzanares, estaba muy arraigada entre los madrileños. Era el patrono de las mozas solteras y muy especialmente de las modistillas que, atraviadas con alegres y vistosos mantones, acudían a la ermita el 13 de junio, día del Santo, a pedirle un buen novio. Allí depositaban trece alfileres en la pila de agua bendita, ponían la mano y los que se quedaban clavados en la palma eran los pretendientes que iban a tener, después encendían varias velas y le rezaban una oración. Junto a la Ermita se celebraba una verbena, la famosa de San Antonio, con bailes, meriendas y puestos ambulantes. Todas estas tradiciones se conservan hoy día y son de las pocas que aún se mantienen en la capital.

Recomiendo pues hacer una visita a la Ermita (la entrada es gratuita) para poder disfrutar del Goya que allí se nos ofrece y, de paso, reivindico aquí el mantenimiento y respaldo a las verbenas típicas de Madrid: "Llévame a la verbena de San Antonio, que por ser la primera no quieo faltar, ..." (ver fragmento de zarzuela).


Como complemento al buen sabor de boca que sin duda nos habrá dejado esta visita, propongo acercarse, pues está justo al lado, a la popular taberna asturiana Casa Mingo y degustar junto a un vaso de sidra un choricito o una ración de cabrales (o un pollo asado si se nos ha echado la hora de comer). ¡Buen apetito!